Tubacex People: Peio Manzarbeitia

 

Cuéntanos, para empezar, quién es Peio Manzarbeitia. Antes de formar parte de Tubacex, viviste con intensidad el deporte del remo en la trainera de Deusto. ¿Qué aprendizajes te llevas de esa etapa y cómo crees que han influido en tu forma de trabajar en entornos industriales tan exigentes como los que has vivido?

Soy una persona inquieta, con muchas ganas de aprender y de superar retos, y creo que esa forma de ser viene, en parte, de mi etapa en el remo. Competir en trainera, y especialmente con la gente con la que me junté en Deusto, me enseñó el valor del esfuerzo colectivo, la disciplina y la importancia de remar todos a una en la misma dirección. No hay margen para individualismos, y eso es algo que he llevado siempre conmigo en el mundo industrial: el trabajo en equipo es la base para lograr cualquier objetivo ambicioso.

 

Tu incorporación a Tubacex fue a través de las becas Global Training del Gobierno Vasco. ¿Cómo recuerdas esos primeros pasos en la compañía?

Lo recuerdo como la oportunidad que me abrió las puertas al mundo. Fue mi primera experiencia industrial y desde el primer momento me sentí acompañado y con espacio para aportar. En Tubacex encontré una empresa que confía en el talento joven, que te da responsabilidad desde el inicio y te anima a crecer. Aquella primera etapa en Tailandia fue como una escuela acelerada: aprendí muchísimo, tanto a nivel técnico como personal.

 

Uno de los hitos más relevantes de tu carrera ha sido tu experiencia internacional. ¿Qué te llevas de tu paso por la planta de Tailandia y Kazajistán?

Han sido experiencias que me han marcado profundamente, cada país siendo una escuela distinta. En Tailandia, el primer gran aprendizaje fue cultural: el respeto, la paciencia y el valor de lo no dicho. Al principio, me costó entender los ritmos y formas de trabajar, pero pronto descubrí la fuerza del equipo local, su compromiso y capacidad de adaptación.

En Kazajistán el contexto era completamente diferente. Un entorno más frío, tanto en lo climático como en lo organizativo, con una serie de desafíos muy concretos. Fue una experiencia breve pero muy intensa en la que aprendí a gestionar la incertidumbre y a valerme por mí mismo.

Vivir en esos dos extremos me ayudó a desarrollar una mirada global y una buena capacidad de adaptación.

 

Actualmente eres parte del proyecto industrial más ambicioso de Tubacex de los últimos años, en Abu Dabi. ¿Qué supone para ti este reto?

La responsabilidad y exigencia son muy altas, pero es un orgullo formar parte de un proyecto de esta magnitud. Estamos hablando de una iniciativa estratégica para la compañía en la que formar parte de la puesta en marcha es una oportunidad única.

El equipo que hemos formado en Abu Dabi es multicultural, comprometido y muy trabajador, con un espíritu de superación constante. Eso es lo que más me motiva cada día.

 

¿Qué es lo que más valoras de trabajar en Tubacex?

Sin duda, la confianza que la empresa deposita en las personas. Desde el principio me han dado margen para crecer, asumir responsabilidades y participar en proyectos de gran impacto. También valoro mucho el carácter internacional de la compañía, la apuesta por la mejora continua y la sensación de que siempre estamos mirando hacia adelante, buscando la forma de ser mejores.

 

Mirando hacia atrás, ¿qué le dirías a aquel joven que entraba como becario en Tailandia?

Le diría que disfrute del camino, que no tenga miedo a equivocarse y que diga sí a los retos que se le presenten, incluso cuando den un poco de vértigo. Que confíe en que, con actitud y con ganas, todo llega. Y que escuche mucho: cada persona con la que te cruzas en Tubacex tiene algo valioso que enseñarte.

 

Y para terminar… ¿sigues vinculado al remo de alguna forma? ¿Cómo te desconectas en tu tiempo libre en Abu Dabi?

Siempre estaré vinculado al remo, sobre todo con el equipo con el que todavía me junto siempre que vuelvo a Bilbao.

En Abu Dabi, intento mantenerme activo con algo de remo indoor. Pero sobre todo aprovecho para explorar el país los fines de semana; desconectar, recargar energías y conocer gente nueva, que siempre ha sido algo que me ha ayudado a lidiar con la lejanía de la familia y la cuadrilla.